21.10.08

Amero




La Unión Monetaria Norteamericana es una unión económica y monetaria teórica de los tres países principales de Norteamérica, a saber Canadá, los Estados Unidos y México. La implantación implicaría probablemente que los tres países dejen sus unidades monetarias actuales (el dólar canadiense, el dólar estadounidense, y el peso mexicano) y adopten una nueva, creada específicamente para este propósito. La unidad monetaria hipotética para la unión es referida muy a menudo como el amero. El concepto está modelado en la unidad monetaria actual de la Unión Europea (el euro), y se discute que sea una extensión natural del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN). Los conspiracionistas afirman que los gobiernos de los Estados Unidos, Canadá y México ya están dando pasos para implementar tal unidad monetaria. Ningún miembro actual del gobierno de alguno de estos países ha indicado oficialmente un deseo de implementar una “Unión Norteamericana”.

El amero es una moneda común propuesta para América del Norte extensible a Centro y Sudamérica con el tiempo. Entre los proponentes de esta idea están el C.D. Howe Institute y el Fraser Institute de Canadá. También el Centro de Investigación para el Desarrollo A.C. (CIDAC) de México, que dirige Luis Rubio. La moneda circularía inicialmente en los países del Libre tratado de Norte América (TLCAN), ya que Groenlandia es un territorio autónomo perteneciente al Reino de Dinamarca en Europa.

El día en que la Unión Monetaria de América del Norte empiece a funcionar, Canadá, Estados Unidos y México reemplazarán sus monedas nacionales con el amero. Ese día, todos los billetes y monedas denominadas en dólares de los EE.UU. se cambiarán a razón de uno a uno por un amero(A). Canadá y México cambiarán sus respectivas monedas, el dólar canadiense y el peso mexicano, a un tipo de cambio que deje inalteradas la competitividad y riqueza de ambas naciones. En los tres países los precios de los bienes y servicios, salarios, inversiones y pasivos, serán convertidos simultáneamente a ameros al mismo tipo de cambio con el que se convirtieron las respectivas monedas nacionales.


La idea de una unión monetaria norteamericana fue propuesta primero en 1999 por el economista canadiense Herbert G. Grubel. Un estudiante de último grado del think-tank (“Tanque, Fábrica o Depósito de ideas”) del conservador Instituto Fraser, publicó un libro intitulado El Caso del Amero en septiembre de 1999, año en que el euro se convirtió en una moneda virtual. Otro think-tank canadiense, el Instituto C.D. Howe, aboga por la creación de una moneda compartida entre Canadá y los Estados Unidos.

Después de que el informe saliera, los grupos nacionalistas de centro-izquierda en Canadá expresaron su oposición a cualquier unión monetaria porque la ven como un intento de negocios estadounidenses de ganar acceso a los extensos recursos naturales de Canadá mientras que desmantelan los servicios sociales de la nación. El Consejo de Canadienses, fuerte grupo de promoción progresivo de 100,000 miembros, ha declarado que uno de sus temas centrales es la amenaza de la "integración profunda".

Pronto fue introducido como una base monetaria de la “cooperación macroeconómica” entre los tres países del TLCAN por el Dr. Robert A. Pastor, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Americana, un miembro del Consejo sobre Relaciones Exteriores (CRE), que fungió como co-presidente, y un miembro del Destacamento Independiente del CRE sobre el Futuro de América del Norte en el 2005.

La integración comercial ocurrida entre Canadá, Estados Unidos y México desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del norte (TLCAN), ha generado volúmenes de comercio e inversión entre los tres países en dimensiones extraordinarias. Ni quienes propusieron el Tratado ni sus detractores soñaron jamás que los flujos comerciales y de inversión alcanzarían los niveles que han adquirido. La forma en que el TLCAN permitió que la economía mexicana superara en escasos seis semestres la crisis en que cayó en diciembre de 1994, contrasta notablemente con lo ocurrido doce años antes, cuando la economía mexicana cerrada contribuyó a que la recuperación frente a la crisis de la deuda tomara casi siete años. En este contexto, es natural que la siguiente etapa de discusión sobre qué hacer para mejorar aún más los beneficios que se pueden derivar de la vecindad en la región norteamericana incluya el planteamiento de nuevas formas de acercamiento institucional. Una de las ideas más socorridas ha sido la de proponer una unión monetaria de la región como el medio idóneo para superar las recurrentes crisis cambiarias que tanto daño han hecho a México y, en menor medida, a Canadá en las últimas tres décadas.

Es particularmente significativo que este debate esté teniendo lugar no sólo en México y algunas otras naciones al sur del continente, sino incluso en países como Canadá que, en apariencia al menos, han logrado una situación razonablemente exitosa. El libro que ahora ofrece el Centro de Investigación para el Desarrollo, A.C. (CIDAC) sobre este tema tiene como propósito alentar e informar este debate. El autor del texto es el distinguido académico canadiense Herbert Grubel, profesor emérito del Instituto Fraser. El texto fue adaptado y actualizado por Manuel Suárez Mier, economista de México.

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